viernes, 13 de mayo de 2011

Mi punto de partida

Me licencié en Granada en Filología Hispánica y casi acto seguido comencé a trabajar como profesor de ELE en una academia de Granada , sin esperarlo, sin formación, sin paracaídas. Había estudiado lengua y pensaba que eso me daba instrumentos para enseñar también a extranjeros, la primera semana de clase me di cuenta de que no (corría el año 97). Conocí alguna academia más donde fui aprendiendo a tientas y a base de horas de clase, unas 27 por semana. A los cuatro años hice en la misma universidad de Granada el DEA. Después conseguí un lectorado de español en Estonia donde pasé cuatro años. Luego vino la universidad de Las Cruces, Nuevo México, donde, al mismo tiempo que daba clases de español, hice un máster en literatura hispanoamericana y enseñanza de segundas lenguas. Ahora llevo unos tres años en Bruselas, aquí trabajo en la escuela Marie Haps, colaboro con el Instituto Cervantes en los cursos para las instituciones europeas y doy también clases por internet.

Mis puntos débiles, la formación dispersa, pues casi siempre ha sido a base de lecturas de libros para profes de ele. Empecé con Cómo ser profesor y querer seguir siéndolo porque en una academia en la que trabajaba, a mi tercer año de experiencia, me endilgaron la responsabilidad de darle un curso de profesores de ele a una profesora húngara que llevaba unos cuarenta años en la profesión, sí, en nuestra profesión, os podéis imaginar lo que yo le podía enseñar. Pero no había otra elección, bueno eso o dejar el trabajo. Tuve que hacer de tripas corazón y agarrarme al citado libro y a partir de ahí empezar a usar esos otros libros que en la academia se morían de risa en un armario: los cuadernos de Profesor en acción, la revista Carabela... y así hasta llegar a La dimensión afectiva en el aprendizaje de idiomas, de Jane Arnold, una de mis lecturas y relecturas más recientes. Pero a quien más debo tal vez es a algunos compañeros con los que he compartido y practicado actividades y horas de charla sobre las clases, sus problemas, sus necesidades.
Más puntos flacos: el actor que olvida su guión delante del público. Llevo las clases bastante preparadas y escritas en un documento de word que proyecto en la pantalla mientras estamos en clase, de ahí saco enlaces a vídeos, actividades, canciones, imágenes, periódicos, etc., pero a veces me entra el miedo escénico y sigo por mi cuenta sin mirar el guión y eso me lleva por senderos enrevesados. Esto, creo, ya me pasa menos, o será que últimamente he tenido alumnos encantadores que me han hecho sentirme seguro en clase. Y de ahí viene el otro punto flaco a destacar, a veces me influye mucho el personal al que me enfrento, a veces tienes la mala suerte de encontrar a gente bastante negativa y alguna, todo hay que decirlo, con problemas que escapan a su control y al mío. En fin corramos el socorrido velo tupido.

Mis puntos fuertes, creo que con el tiempo voy aprendiendo a escuchar a los alumnos, a llegar a ellos, ver sus necesidades, sus intereses, sus gustos, sus estados de ánimo y tener para las clases recursos que puedan hacer mejorar el ambiente o la atención. Claro que no siempre es así. En este sentido echo de menos la secuenciación de tareas perfecta: para ir acercándome a su práctica y a su conocimiento me he inscrito en este curso.

Como alumno de lenguas... me tengo que parar un poco a pensar, de niño estudié francés en el colegio, el profesor era muy bueno, aunque el método era bastante malo -o eso tengo la obligación de decir-. El caso es que de mi colegio salíamos hablando francés con tres años de idioma y en el instituto lo olvidábamos pues vivíamos, esos cuatro años siguientes, de las rentas. El inglés, hasta donde he llegado -no muy lejos-, lo he aprendido casi solo, a excepción de algún curso breve en Estonia y otro en Estados Unidos. La profesora de Nuevo México era excelente, me gustaba de su clase la variedad de actividades que proponía para cada unidad y el buen ambiente que se respiraba. Las cosas que no me han gustado, de otros profesores, el desinterés, la improvisación acompañada de falta de recursos, la falta de empatía, la falta de formación.

Mis alumnos son, a grandes rasgos, de dos tipos: gente variopinta con ganas y motivación en la escuela Marie Haps, y funcionarios con estrés y con la mente en otro sitio (el trabajo) en las instituciones europeas. Con los primeros, el trabajo, a pesar de la falta de medios, suele ir como la seda; con los segundos, a pesar de la abundancia de medios, suele ser más difícil: hay días que hacer sonar la orquesta requiere un esfuerzo titánico, suelo acabar reventado tras cada sesión.

Las funciones que realizo: las que siempre me han gustado, profe de ele a secas, de a pie y en constante búsqueda de mejora en la profesión. Qué se espera de mí, depende de quien tenga que esperar. Si nos referimos a los dos tipos de alumnos mencionados, los primeros: aprender rápido y pasarlo bien. Los segundos: tal vez esperan aprender español a cambio de poco o nada de esfuerzo. Tal vez sea éste mi verdadero reto, hacer de estos grupos equipos de aprendientes autónomos, aunque el tiempo que van a dedicar al español pocas veces pasa del que invertimos en clase, o sea, habrá que aprovechar las clases al cien por cien y tenerlos motivados minuto a minuto. Ahí es nada.

3 comentarios:

  1. Javier, me temo que no podré hacer lo mismo con todas las entradas que escribas, pero en esta ocasión he leído muy detenidamente tu punto de partida y voy a hacerte algunos comentarios-preguntas. Antes de nada, gracias por el esfuerzo que has hecho en este repaso tan sincero.
    Algunas preguntas: ¿Cuál fue tu tema de DEA?, ¿qué crees que te ha aportado la experiencia de aprendizaje en la tradición americana para tu formación?
    En relación con tu formación, que tú describes dispersa, yo diría que es modélica. Lecturas variadas (yo también empecé con "Cómo ser profesor..."), conversaciones con colegas (no hay nada mejor) y cursos formales. Es decir, que integras de un modo muy equilibrado el aprendizaje formal con el informal. Yo espero que en este curso aprendas mucho, pero no subestimes lo muchísimo que se aprende con el otro tipo, el informal. Es muy potente y lo valoramos poco.
    No sé si existe la secuenciación perfecta, a mí todo lo que lleva el adjetivo perfecto me hace dudar. Por lo menos intentaremos acercarnos a lo que los alumnos necesitan, quieren, nos piden, esperan...
    No sé muy bien qué hacía tu profesor de francés, pero si dices que salíais hablando francés después de tres años, créeme que era un buen profesor y que su método era eficaz. Además, por tu narración veo que salías contento, así que fuera el que fuera, resultaba apropiado.
    Un saludo y muchas gracias.

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  2. Gracias Cristina por tus comentarios y preguntas. Intento responder a éstas:
    El tema del DEA fue de literatura (El existencialismo en la narrativa de Juan José Arreola). Por aquel momento no descartaba aún dedicarme a la enseñanza de la literatura pero luego la vida ya se sabe que te lleva por otros derroteros (y todos tan contentos, que no se diga). Los cursos del DEA los repartí entre enseñanza de ELE y literatura.
    El período de trabajo en EEUU me aportó orden y disciplina -no son mis cualidades estrella :) - El intenso horario que debía llevara allí, de trabajo y estudios, me fue muy útil para descubrir mis posibilidades en tales circunstancias. El máster me ofreció reflexión y bases teóricas, que siempre he echado un poco en falta, aunque confieso que es un terreno en el que me cuesta más meterme (me gusta más la práctica que la teoría, pero como le he comentado a Rubén en su blog este curso me está ayudando a apostar por lo que considero mis carencias).
    Sobre el aprendizaje informal, pues sí Cristina, me encanta y me ha sido muy útil. Creo que a mis alumnos también les gusta más aprender cuando parace que no estás haciendo pero sí estás haciendo :)
    La secuenciación perfecta... es un decir, contaminación de tanto título de peli y titular de periódico (tormenta perfecta, la ola perfecta de los surfistas, jejeje). Aspiro a manejarme en la programación de las clases y a secuenciar las actividades lo mejor posible, sin que me estrese claro.
    Mi profe de francés de primaria (il y a longtemps ...........). A ver, el sistema, como comenté no era el óptimo, especifico ahora: listas de vocabulario, aprender diálogos de memoria; también se leía bastante e intentábamos escribir, lo cual tiene su aquel). ¿Fue la edad que teníamos entonces lo que nos facilitó ese aprendizaje? ¿Lo estricto del colegio y de la época? No sé qué decirte. Sólo que ahora el francés, aunque reconozco que lo practico poco y tendría que darle bastante para tener un buen nivel, lo tengo casi como una lengua materna dormida, pues no tengo que acudir a diccionarios, traductores on line o pensar demasiado para producir un discurso oral o escrito sin grandes problemas -en un nivel bajo porque, como he indicado, he perdido mucho-.

    Perdón por lo extenso de la respuesta.

    Gracias por tu trabajo.

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  3. Hola, Javier. Si bien la universidad no me preparó específicamente para trabajar como profesora de lengua extranjera, encuentro que pude transferir lo aprendido a la nueva situación laboral. Y lo más importante que brinda una formación académica a mi entender es la de generar un pensamiento independiente y de autonomía en cuanto al aprendizaje. Afortunadamente tenemos esta maravilla de tecnología que se llama internet que nos permite tener acceso a bibliografía que de otra manera sería muy difícil conseguir. Conocí a Jane Arnold este año y me encantó su propuesta de la dimensión afectiva en la aula de ele.

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